"El día de los tramposos": la mejor sonrisa de París Pitman
Kirk Douglas está muy bien, seductor, en "El día de los tramposos" y nos regala una de sus mejores sonrisas en el cine. 1970 y nos encontramos con este western-comedia con moraleja final en forma de nido de serpientes.
El guión es de David Newman y Robert Benton y la música de Charles Strouse, ambas muy alabadas
Es un western sarcástico e inteligente, lo mismo que su protagonista, el simpático París Pitman (Kirk Douglas), un tipo que cae bien al público. París tiene un pequeño y enorme secreto guardado: ha enterrado medio millón de dólares en un pozo del desierto de Arizona, pero no ha previsto acabar en la cárcel. Como eso se ha producido, tendrá que poner toda su astucia de su parte para salir de ahí e ir a buscar su preciada recompensa
Hay bastantes cosas que se lo ponen difícil. Una de ellas es el alcaide Lopeman (Henry Fonda), con cara de pocos amigos y caracterizado por su honestidad y rectitud.
"El día de los tramposos", aunque se rodea de otros elementos que elevan la película a "menor obra maestra" (según algunos), es básicamente un duelo a todos los niveles entre los 2 hombres, el malévolo Kirk, solo interesado por salir de la prisión para recuperar su dinero, y el alcaide, empeñado en hacer cumplir las normas.
Lo mejor de todo es el cambio de papeles al final. ¡Deja: "ya voy yo a recuperar tu dinero"!
Lo que pasa es lo que pasa tantas veces en la vida: cuando uno ha tenido un papel la mayor parte del tiempo, es difícil salir de ese rol: es como si el destino te jugara una mala pasada y el karma (o quien sea) te dijera: "Chaval, ¿que hace un chico como tú en un pozo del desierto como este" ¿Qué clase de aventura estás buscando esta vez entre este hoyo repleto de serpientes?
Y es que las serpientes en las pelis del Oeste significan muchas cosas y casi ninguna buena. Es lo mismo que les pasa a los amigos de Cable Hogue en su célebre balada
Parece que la traición, el motín carcelario y dejar a todos en la estacada para hacerte rico, no se perdonan por ese señor de arriba al que llaman Dios
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